Quemaduras: Cómo curarlas para evitar infecciones
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se producen 180.000 muertes al año en el mundo a causa de quemaduras de diversa índole. Prevenirlas y, en el caso de que ocurran, saber tratarlas es imprescindible para minimizar la gravedad de la quemadura.
Nosotros, los enfermeros y enfermeras, tenemos un papel fundamental a la hora de dar educación para la salud a la ciudadanía en esta materia, además de realizar los cuidados necesarios cuando esta dolencia supone un riesgo mayor.
Una vez que la quemadura se produce, debemos aprender a valorar su gravedad y clasificarla según su profundidad y extensión. Dependiendo de si deja la piel intacta o la rompe, así como de la superficie afectada, debemos actuar en consecuencia. Las menos graves o superficiales podremos tratarlas en el domicilio y las que suponen un riesgo para la salud de la persona tendrán que ser curadas en los centros de salud u hospitalarios. También es necesario conocer el motivo de la quemadura para detener el proceso de afectación. Si es por calor, por frío, química…
Además, es fundamental no hacer caso a bulos sin evidencia científica y debemos evitar el uso de pomadas, aceites o productos del estilo, que sólo pueden empeorar la herida. Tampoco hay que utilizar algodón directamente sobre ella porque favorece la sobreinfección, ni hielo. Lo mejor es realizar un control de manera moderada, con agua fresca o tibia. Y muy importante, no hay que romper las ampollas.
En este sentido, debemos aprender a valorar la gravedad de la quemadura y clasificar su profundidad y extensión. La profundidad podemos dividirla en dos tipos, la quemadura que deja la piel intacta, de grado I y II o superficiales. Estas se pueden cuidar en casa y curar sin tratamiento farmacológico. Por otro lado, encontramos las que rompen la piel y produce una herida que debe tratarse con una crema antibiótica. Para evitar infecciones, que es uno de los mayores riesgos de las quemaduras, estas deben tratarlas profesionales expertos como las enfermeras.
En el caso de la extensión de la quemadura, debemos fijarnos cuánto ocupa la herida para valorar la necesidad de acudir o no a la enfermera para recibir los cuidados pertinentes. Así, para evaluar la gravedad, se estima que tendríamos que ir al centro de salud u hospitalario en el caso de tener un 15% del cuerpo quemado con la piel intacta y un 10% si la piel está rota.
Para valorar ese 15/10%, hay que tener en cuenta que, según la “regla de los nueves de Wallace”, podríamos dividir el cuerpo en trozos que supondrían el 9%. Es decir, la cabeza, el pecho, el abdomen, la espalda, las lumbares, las piernas por delante y las piernas por detrás se contabilizarían, cada sección, como el 9% de nuestro cuerpo; por su parte, cada brazo completo también sería un 9% y la zona genital un 1%.
Una vez que valoramos el tipo de quemadura, debemos detener el proceso, dependiendo del origen de ésta. Si es por calor, se aplicará frío moderado (nunca inferior a 10-15º) y si es por frío, se aplicará calor (nunca más de 38º). Intentaremos utilizar, por norma general, agua corriente para reducir o aumentar la temperatura de la quemadura. En el caso de que tengamos una herida mayor y haya ropa, la enfermera experta se encargará de quitarla e hidratar las partes afectadas. Es importantísimo que se trate la quemadura y nunca se haga en casa sin conocimientos suficientes para ello. También podemos encontrarnos con quemaduras químicas; en este caso, aunque hay excepciones, utilizaríamos grandes cantidades de agua.
Aquellas que sean más graves, las taparemos con gasas estériles y, en su defecto, con paños limpios para evitar la sobreinfección.
Es fundamental no hacer caso a bulos como que la pasta de dientes cura las quemaduras. No hay que aplicar pomadas, aceites ni ningún tipo de producto del estilo; tampoco hay que usar algodón directamente sobre ella porque favorece la sobreinfección a medio-largo plazo.
No hay que aplicar hielo, dado que esto sólo profundizará la lesión. Como explicaba antes, el control debe hacerse de manera moderada, con agua fresca o tibia. Importantísimo también es no romper las ampollas hasta que puedan ser tratadas con pomadas antibióticas por la enfermera, ya que hay que abrirlas y desbridarlas (retirar el tejido muerto de la epidermis). Por último, hay que evitar el contacto directo de la herida con cualquier cosa no estéril, dado que ello podría provocar una infección.
Aun así, debemos hacer todo lo posible para prevenir estas quemaduras, que pueden ocasionar heridas graves e, incluso, causar la muerte. Para esto, se puede intentar utilizar cocinas sin fuego abierto, que los niños no accedan a la cocina cuando se esté utilizando, reducir la temperatura del agua caliente en los grifos, usar detectores de humo, rociadores y salidas de emergencia en las viviendas, no fumar en la cama y, sobre todo, promover leyes que ordenen la producción de cigarrillos diseñados para minimizar el riesgo de incendio.
*Alejandro Blanco es enfermero experto en Urgencias y Emergencias del Consejo General de Enfermería.
Fuente: ABC Salud - España